viernes, 26 de diciembre de 2014

Post-nochebuena.

Miro el reloj y me parece mentira que haya desperdiciado otro día durmiendo. Las 12 horas anteriores fueron intensas.
Volvía a casa con unas gafas de sol navideñas, tiritando de frío y descalza, ya que mis tobillos habían decidido dejar de soportar el peso de mi cuerpo.
Me raspaban las plantas de los pies, el asfalto estaba casi congelado, a los pocos minutos, cada pisada era un dolor increíblemente placentero.
-Cambiémonos los zapatos.-me dijo una amiga.
Volví a casa, en cuanto me bajé del coche me apresuré a calentarme en la chimenea, lo suficiente para poder dormir.
Me levanto de la cama, la casa está en completo silencio. Es de día y todos se han ido. Gente que tiene cosas que hacer, gente que se levanta por fuertes motivos. Yo no, yo sólo estoy de resaca y me arrastro de un lado a otro sin ningún objetivo. Veo una nota colgada en el frigorífico, tengo que limpiar.
Barro el salón y la ceniza del tabaco acaban en el fondo de la basura. Sacudo cojines y los coloco en su sitio. Enciendo una vela perfumada, pues los olores dulces me hacen sentirme bien. Amontono los platos sucios y abro el grifo con el agua caliente a tope. Friego cada plato de forma metódica, lo paso de un fregadero a otro, aclaro y coloco. Lleno un recipiente con agua caliente y vierto lejía en él. Sumerjo la bayeta y dejo que se hunda por completo, mientras la suciedad sale a flote. Qué fácil sería llenar una bañera de agua hirviendo, añadiría lejía y después me hundiría hasta que todo lo feo saliese a fuera y se quedara ahí, mientras una nueva yo, limpia y reluciente se enfrenta al mundo.
Tengo hambre de resaca, por eso como a las 12. Me alegro de que no haya comida deliciosa y grasienta, porque acabaría con ella de una sentada. Los bombones me tientan, pero me he prometido que esta navidad sólo comería 10. Estúpidas normas que me hacen sentirme segura.
Abro el tambor de la lavadora y tiendo la ropa fuera. Hay sol, y es agradable, pero una corriente de aire frío me traspasa el pijama y me da un escalofrío.

Tengo recuerdos alegres y divertidos, otros penosos y patéticos. Esto es la post-nochebuena, mi humor ha disminuido drásticamente, ya que lo único que me apetece es meterme en la cama y que llegue el 8 de enero.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Espíritu ¿navideño?

Se supone que cuando tu felicidad la pones, en manos de otras personas, la felicidad nunca llega o directamente, deja de existir.
También sé, que la felicidad no se regala así tan fácil, pero por pequeños detalles, ésta se va mermando y va perdiendo fuerza gotita a gotita, hasta que finalmente, deja de tener sentido su búsqueda y acabamos conformándonos con lo poco que nos reconforta.

A veces es un comentario, o dos, o una foto. En mi caso son las tres cosas. Y se me desmorona el frágil muro que he construido en torno a mi en cuestión de 5 minutos.
¿De quién es la culpa, entonces?
a)Mía, por no saber aceptar una crítica o simplemente, porque no se reírme de mí misma.
b)De los demás, por ser conocedores de mi susceptibilidad, sensibilidad o simplemente por ser gilipollas.
c)Un poco de ambas cosas, mi falta de autoestima y mis puntos débiles.

Si a todo eso le sumas la constante sensación de desconfianza que te produce todo el mundo, obtenemos como resultado equivalente, una auto-relación nefasta.
Sin darte cuenta te acostumbras a ser reservada, a guardarte esa parte de ti que no le interesa nadie o que a ti no te interesa mostrar, tu verdadero superyo.

Y se supone que es Navidad. Manda cojones.

martes, 16 de diciembre de 2014

Más sencillo de llevar.

Cuando más imposible crees que es una cosa, todos los rinconcitos de jovialidad van cayendo poco a poco al abismo de la destrucción; y sus huecos vacíos, se llenan de cinismo y decepción.

¿Cuándo te das cuenta de que has crecido?
Me apena pensar que ya no defiendo con rebeldía y vehemencia aquellas causas perdidas, pero que para mí eran una batalla que librar. Incluso cuando eran estupideces y guerrillas contra el sistema establecido, hasta en ese momento, por absurdo que fuera, le echaba cojones y peleaba.

Supongo que con la madurez, va volviendo el conformismo y entonces decides no ser diferente y adaptarte a lo que ya existe. Es más fácil e infinitamente más cómodo, pero no tiene nada de digno. Se maduran con los daños, no con los años, o eso leí  en algún sitio, o en algún punto muerto de este 2014.
No puedo decir que haya sufrido auténtico dolor en este último tiempo, porque de alguna manera no lo recuerdo así. Será que la parte destinada a revivir el dolor, permanece adormecida en nuestros cerebros y nos impide recordar aquello que nos eriza la piel. O al menos así funciona el mío, porque lo cierto es que me cuesta mucho recordar el ''dolor'' primigenio.
Y cuando lo intento evocar, es como que algún botón de se activa y produce recuerdos edulcorados.
Más fácil, más sencillo de llevar.

Y hoy mientras estudiaba para el próximo examen que voy a suspender, me venía de nuevo aquella idea que me hizo abandonar en su momento. Una locura, pero una locura que aligera el peso del estómago y produce cosquillas. Una jovial locura.
¿Lo haré? ¿Lucharé de nuevo? Me hundiré de cabeza en esa piscina y buscaré mi sitio.

Me parece mentira estar donde estoy. Igual es un obstáculo más en la carrera, para llegar finalmente a mi sitio. Ojalá que si.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Lugar inapropiado, momento inadecuado.

Estar en el lugar apropiado en el momento adecuado.
No sé la de veces que habré oído esa maldita frase en toda mi vida y jamás me ha parecido que me haya sucedido a mí. Supongo que he ido dando tumbos de aquí para allá, de un sitio para otro, buscando un hueco en el cuál poder arrellanarme sin que me lluevan los codazos.

A veces el sólo levantarse de la cama supone una lucha. Todo porque no te despiertas en lugar apropiado y en el momento adecuado. Pero a veces pasan cosas, que te hacen ver que quizás no es lo que buscabas, ni lo que te esperabas, pero que de momento es tu sitio. De momento.

Y en este estado apático y anti-bucólico me encuentro ahora. Escucho el crepitar del fuego en la chimenea, mientras leo viejos correos, escritos desde aquel portátil viejo que tenía y que era una tartana con media pantalla rota. Y escribía maravillas y sin embargo, tenía un concepto pésimo de mi como persona, pero era una artista fantástica. O al menos eso pienso ahora.
¿Pasarán otros tres años hasta que vea algo bueno en mí?

Y no es que ahora me deteste, pero sí que hay veces que me encuentro culturalmente aniquilada. No me apetece leer, ni dibujar, dejé de escribir. Hasta que me topo con esos recuerdos que recordaba destruidos por completo. Pero supongo que si han aparecido hoy, será por algo.
Será que esa parte chiquitita de mi, pugna por salir y ganar, por escuchar algo de buena música, por salir del rincón del castigo al que la he estado sometiendo todo este tiempo.

Me dijeron que cuando había un problema, la cuestión no era preguntarse ¿por qué? ¿de dónde procede?, principalmente porque es imposible averiguarlo. La mayoría de nuestros demonios no tienen un día de nacimiento y un motivo que los empuja, son millones de situaciones y decepciones los que los hacen crecer. Y eso creo que es lo que ha pasado. Que sin darme cuenta, les he ido dando de comer y han echado raíces y se han hecho con el auténtico control.

No será tan fácil como pedirles amablemente que abandonen el recinto sin armar jaleo. Pero no quiero, no me apetece pasar otros tres o cuatro años de hastío y conformismo, no quiero ser otro tiempo perdido que quedó atrás.
Me niego.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Esperanza deshonesta.

A veces es la necesidad pura de saber que le importas alguien. Esa necesidad apremiante, acuciante, asfixiante. Y saber que es imposible, que no va a llamarte nadie, que no vas a encontrar mensajes estúpidos y codificados de amor.
Es saber con certeza, que es un dolor real, que te duelen los brazos de intentar cazar algo de cariño en el aire, que te supone un estado apático y triste el saber que no hay quién te espere.
Hay veces que es necesidad de escuchar palabras bonitas sobre ti, aunque sean a escondidas, en conversaciones ajenas. Que si tú no existes, a alguien le falta el aire.

Pero sigues respirando, sigues abrazándote en silencio, porque mal de mucho consuelo de tontos, porque no eres único y especial, eres otra hormiguita más en el mundo. Aunque tu dolor sea más duro y más difícil de llevar que el de cualquier otro, eso no importa. Formas parte de un amasijo de personas con miles de problemas, unos más duros y pesados, otros ligeros como una pluma, pero ahí estás. Aguantando día a día, con un vaso que antes estaba lleno, pero que ahora está vacío, porque cada mañana te bebes un sorbito de ilusión y ésta, se va agotando.

Dicen que cuando pierdes la ilusión, pierdes las ganas de vivir. Que la ilusión es el motor de la vida, es la causa de tu lucha, es tener algo por lo que respirar. Pero, hay veces que eso no es suficiente. Que es muy difícil mantenerte vivo y alegre, porque los cuchillos clavados en la espalda, cada día hacen más daño y te nublan la vista. Y te pierdes cosas inimaginables, cosas increíblemente bellas, personas que son hermosas. Pero tú tienes heridas de guerra y ya no te apetece ver. Estás cansado y estás exhausto de tratar que la vida no te afecte. Y el dolor es la certeza de que estamos vivos, pues si bien la ilusión es el motor de la vida, el dolor es la señal de que existimos. Putamente vivos. 

Sacar el amor a raudales. ¿Para qué? Lo único que se consigue es vaciarte por completo, regalar tu esencia a otros que quizás no aprecien su exquisito perfume. Y cuando no quede nada de ti por regalar, ¿qué será de ti, pequeño infeliz? 
Seguirás arrastrándote de un lado para otro, esperando que alguien te devuelva lo que tu diste en su día, como un perro abandonado, esperando un nuevo hogar. Esperanza deshonesta.

lunes, 24 de noviembre de 2014

A veces cuesta darse cuenta de todo el tiempo que hemos perdido y que queremos recuperar.
Yo soy una inconstante y una miedica. En cuanto miro hacia atrás y veo que no he hecho nada que sea interesante o que haya cambiado mi vida, es cuando me hecho a temblar.
¿Qué estoy haciendo con mi vida?

"No conseguí terminar la carrera. No visité Barcelona. No tiré a la basura mis prejuicios. No conocí a nadie especial. No conservé un grupo de amigas. No dejé de fumar. No me volví a tatuar. No fui de conciertos. No salí cada jueves. No hice nada especial."
Estos son los pensamientos que me machacan constantemente cuando estoy amargada pensando en que no he hecho nada que merezca en absoluto la pena, y que en esto se resumen estos tres últimos años de mi vida.

Realidad:
-Dejé la carrera porque no estaba segura de si eso era lo que quería. Ahora sé que si, que estoy hecha para ello y que esto ha sido un parón.
-En el parón del tiempo, entre que dejé la carrera y 2014, he estado estudiando otra cosa, lo cual me ha servido para darme cuenta de que si que necesitaba esto para valorar lo demás.
-No fui a Barcelona, pero he ido a Córdoba, he regresado a mi ciudad de estudios, he ido a Nerja, a Torremolinos, Torrenueva, Granada, Almería.
-No he encontrado a nadie especial, porque soy cabezona y he querido que alguien estuviera detrás de mi cuando, yo no significaba absolutamente nada para esa persona.
-No conservé a un grupo de amigas, pero conservé a la chica más especial del grupo.
-No he dejado de fumar, pero he disminuido la cantidad de cigarrillos que fumaba.
-No me tatué porque no encontré el tatuaje apropiado.
-No fui de conciertos porque he hecho otras cosas que si merecían la pena.
-No salí cada jueves y gracias a eso, ahorré dinero y pude viajar.
He hecho muchas cosas especiales. Todas ellas geniales. No quiero fustigarme más.

martes, 11 de noviembre de 2014

Que las cosas más banas ocupen tu vida no debe de ser muy sano.
Acostarse a veces, es la confirmación del fracaso, otro día más que se termina y no has hecho absolutamente nada que haya merecido la pena.
Es bonito sentirse arropado por gente agradable y divertido, pero sabes que eso apenas dura unas horas, porque luego cierras la puerta y todo se desmorona a tu alrededor.
Es como si una bomba cayera afuera y lo único que te protege son cuatro paredes de hormigón, pero transparentes que por muy duras que parezcan, dejan traspasar todas esas inseguridades que te arruinan.

¿Cómo debe ser sentirse una persona que va marcando sus objetivos?
¿Será tan simple como tachar una tarea de la agenda? Poner un tic al lado?

Es como tener miedo de hacer cosas porque no soportas fracasar otra vez.

sábado, 25 de octubre de 2014

Sábado 7.

Cuando creemos que no salimos de nuestro círculo de confianza, nos aseguramos que el dolor no forme parte de nuestra rutina. Eso tampoco es muy normal ni muy natural.

Me insistió: ven por favor, vamos a estar solos tú y yo. Contigo, lo que quieras, cuando quieras.
Y de una vez decidí echarle huevos al asunto y plantarme en su piso.
Me arreglé pero de esa forma que nos arreglamos las mujeres para que parezca que no hemos hecho absolutamente nada por parecer estupendas.
Me ricé el pelo, me unté en crema para estar suave y oler a diosa. Me puse mis vaqueros rotos, una blusa negra (el negro siempre me hace sentir cómoda), y unas bambas negras.
No me maquillé excesivamente, porque no quería parecer que aquello era importante para mí, pero en realidad llevaba dos días con el estómago encogido y una oleada de energía me recorría desde el estómago hacia arriba cada vez que pensaba en su cara sobre la mía.
Una hora de bus más tarde, lo veo aparecer por allí. Con el  sol reflejándose en él, una camiseta de Adidas, y un pantalón de chándal que resaltaba el culo, mi sitio preferido de su cuerpo, dónde siempre van a parar mis ojos.

Todo para absolutamente nada.
Lo único que saqué en clave de todo aquello fue, medio canuto y un barceló-cola.
De lo que me alegro en el alma es de haberle echado huevos al asunto. Se acabó. No entiendo ese vaivén de ahora quiero estar contigo y me pones cerdísimo y a ratos mejor sólo somos amigos.
Pues un saludo, y tus paranoias se las cuentas a tu puta madre.
Muak.

domingo, 19 de octubre de 2014

Domingo 6.

Me pongo Red Hot Chili Peppers a todo trapo. La música pasa directamente desde los cascos hasta mi cerebro, casi puedo sentir las sacudidas de éste dentro de mi cráneo.
Meet me at the coffee shop, we can dance like iggy pop.

Me parece que todos los domingos de Octubre son iguales. Gris bochornoso, con una temperatura impropia del mes en el que estamos. Mi habitación está completamente desordenada, con la ropa limpia mezclada con la sucia, el maquillaje esturreado por todas partes, no me extraña que luego no encuentre nada.
Me huele a lunes y me pesan más los huesos sólo de pensarlo.Cada domingo es como un día de redención, por los pecados cometidos, los reales y los imaginarios.
Mañana estudio. Mañana dejo de fumar. Mañana dejo de pensar en él.

Nunca me había parado a pensar que hay personas que son como retortijones en el tiempo. Que no importa el tiempo que pase ni con quién estés o no, siempre que te dirijan la palabra, el estómago se te encogerá para convertirse en una esponja retorcida, chorreando nervios y bilis.

Hace ya un par de meses que no lo veo, pero malditas tecnologías siempre te dan la oportunidad de estar en contacto.
Y casi me lo imagino en su casa, con el portátil encima del escritorio, medio desnudo y la música perforándole los tímpanos mientras estudia cualquier mierda para mañana. Y eso que es un pésimo estudiante.
Ahora está con otra, pero sé que yo le haría mucho más feliz. Supongo que es algo con lo que me gusta consolarme.
Puede ser más guapa, más alta y más delgada que yo, pero no puede comprenderle al nivel que yo lo hago.
Es más que todo eso... pero se me han quitado las ganas de escribir.

lunes, 13 de octubre de 2014

Lunes 5.

Al final sobreviví al sábado.
Tengo planes ya  para el fin de semana que viene, no sé porqué en realidad no me apetece nada hacerlos.
Supongo que porque supone dormir en una casa ajena y eso nunca me ha gustado. Me he acostumbrado a despertarme todos los días en mi casa de la ''no-ciudad'' y ahora plantarme en otra parte me parece algo estridente y poco cómodo.
Pero tengo que hacerlo.

Siempre he pensado que las personas que se quejan constantemente de sus vidas insulsas y sin gracia, son las mismas que no hace nada diferente para darle un toque sabroso.
Porque para mi que las cosas tengan un sabor propio y particular, me parece muy importante.
Yo soy de las que deja su sello personal en cada cosa que hace, por eso muchas veces el que me conoce un poco puede adentrarse con mucha facilidad en mi cabeza si lee, o ve algo que yo haya dibujado.
Es curioso lo que me aferro a las mismas cosas sin dejar que pase el tiempo o los cambios por ella.
Me cuesta mucho trabajo tirar ropa vieja, libros estropeados o papeles que ya no sirven de nada. Como si fuera a encontrarle alguna utilidad en el futuro.
Al final lo tengo dando tumbos de un cajón a otro, hasta que finalmente y muy a mi pesar tengo que tirarlos.
Creo que eso me pasa con muchas cosas. Aunque he mejorado con los años. Es bueno saber pasar página cuando toca.
Lo suyo es que cada uno tome sus propias decisiones, aunque haya veces que lo que queremos no guste y la gente que creemos que está de nuestro lado, se vaya alejando poco a poco. Si no les gusta, pues hasta luego, un beso y que te vaya bien en la vida, pero no te quedes con la espinita clavada.

Yo tengo muchas espinitas, tengo un corazón-erizo. Poco a poco voy quitandóme algunas, cuando el tiempo, las personas y las circunstancias lo permiten. Me cuesta ser paciente. Pero he hecho muchos progresos y me voy sintiendo orgullosa de mi a cada paso que doy que merece la pena.

Porque yo doy pasitos de hormiguita, pero merecen totalmente la pena.
Al final, casi todo se merece en hacerte esa pregunta y que la respuesta, siempre sea SI.

sábado, 11 de octubre de 2014

Sábado 4.

Cuando estoy en este estado de paranoia y en plan víctima tota, me dan ganas de abofetearme la cara.
El tiempo nublado, me pone de muy mala leche y acabo pagando toda esta frustración, anulando mi actividad física por completo.
Llevo todo el día de la cama al sofá, del sofá a la cama y ahora me tengo que ir a trabajar y no tengo ganas.

Supongo que los sábados están para hacer nada, pero es que me siento inútil no haciendo nada.
Tengo toda la habitación hecha un auténtico desastre, tengo que ducharme, maquillarme y vestirme y parecer una persona decente detrás del mostrador, ya que mi cara de sábado es un auténtico desastre.

No me apetece hacer nada, quiero estar tumbada en la cama, mirando el techo dejando las horas pasar y dejando de pensar en gilipolleces.

Me dan ataques de calor, eso me pone negra.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Miércoles 3.

Sabes que hay veces en las que nos equivocamos con premeditación.
Igual porque necesitamos confirmar lo que suponemos, porque creemos que si la verdad nos estalla en la cara, seremos capaces de poder deshacernos de las vendas que cubren nuestros ojos y suturar las heridas abiertas.
Hay veces que esta táctica funciona, como también hay miles de veces que no es suficiente.
Todo depende de lo agarrados que nos encontremos a personas, situaciones, pensamientos.

Me miraba al espejo y no me reconocía en él. ¿Quién es esa desconocida que me mira con cara de asombro?
La desconocida a menudo me resulta atractiva. No sabría definir exactamente porqué, pues hay miles de defectos en su piel, su pelo no es ninguna maravilla y se aleja por completo del canon de belleza que yo tengo establecido.
Supongo que es porque hay brillo de inteligencia en su mirada, o por la forma de sus labios. Porque habla con propiedad y mueve las manos cuando enfatiza. Baila muy bien y se mueve con soltura. Pero es una desconocida y no hay nada más triste que no reconocerse a uno mismo.

Ahora estoy agarrada a muchas cosas de las cuales no consigo soltarme, deshacerme, desatarme.
Me cuesta entender el mecanismo de mi cerebro.
Hay veces que da una respuesta racional, ordenada, completamente lógica. 2+2 son 4 y no hay más que hablar. Eso funciona así y no hay más hilo del que tirar.
Pero, el noventa por ciento del tiempo es una sucesión de imágenes, frases sueltas y sin coherencia  paranoia. Por eso me cuesta desengancharme de muchas cosas, por la falta de lógica.

Personas dañinas: out.
Personas que se aprovecha de mi: out.
Pensamientos que me aumentan mi infra-valoración: out.

Con eso sería más que suficiente. Una lista de tres actividades, claras y concisas sobre lo que tengo que hacer.
Lo de las personas dañinas está en proceso. Lo de que se aprovechen de mi también, porque de momento con eso yo también estoy consiguiendo algo a cambio.
Lo peor es el pensamiento automático. De eso no me libro.

Fail. Suspensa.

lunes, 6 de octubre de 2014

Lunes 2.

Los días transcurren su paso sin cesar. A veces es muy difícil no perder la cuenta de los días que me parecen inútiles y poco productivos. Me cuesta engancharme al tren de la rutina, aunque creo que es la única motivación diaria para una persona mediocre.
Tener algo por lo que levantarte, por lo que comer, por lo que luchar diariamente.
Tener miedo al futuro.
¿Qué será de mi dentro de 5 meses?
Se supone que ansiaba marcharme de aquí, que mi lógica mental me gritaba que lo que tenía que hacer era esperar para volar. Ahora se acerca la fecha de ida y tengo pánico a abandonar el nido.
El nido es pequeño, tiene astillas por todas partes, pero es el lugar que conozco. Ahora me he habituado a conformarme con poco y tengo miedo de destacar.

Creo que todo el mundo ya tiene una imagen mental de mi, una muchacha con rostro vulgar y aspecto nada destacable. Una inteligencia media, una doña nadie.
A veces cuando estaba en el instituto, faltaba a clase y había profesores que no se percataban de mi ausencia. Siempre busqué pasar lo más desapercibida posible y ahora me parece terrible.
Supongo que con 16, 17 no quieres salir de la norma para no estar señalada, pero ahora la única manera de sacar la cabeza de este pozo de lodo, es a codazos y apretando los dientes.

Lo conocido me resulta perturbador y falso, como un decorado de teatro. Pero ya sé por dónde me la van a clavar, ya llevo yo las vendas de casa. Ahora cambiar de aires, trae cosas nuevas que asustan.
Me jode ser tan vulnerable.

Pero a veces me falta la chispilla. 
La chispilla es esa cosa que hace que te mantengas expectante. La chispilla te hace tener fe, ilusiones.
Parecerá una gilipollez, pero la chispilla me anima a dar segundas oportunidades, a poner la otra mejilla, a perdonar. A veces la chispilla me mantiene a la espera de un nuevo día, de una situación mejor. La chispilla es el viento de los cambios, el sol después de días de lluvia y aire.
¿Quién no ha sentido esa ''cosa''?
Ese je ne sais quoi, que te hace pensar que el mundo es un lugar maravilloso, lleno de cosas buenas y positivas, aunque el día de antes te hayas pasado el noventa por ciento del tiempo esperando llegar a casa y a meterte en la cama. La chispilla de hacer un regalo inesperado, cuando el regalo es para ti, esa la cara de gilipollas que se le queda al que se le regala al ver que has acertado de lleno con el presente y le acabas de dar un sorbito de felicidad.
El abrazar con fuerza y sentir que en cualquier momento te vas a partir de alegría, que hay una fuerza especial que te empuja desde el estómago hacia arriba, que te deja lleno de plenitud.

Me falta la chispilla, y hoy es lunes.


domingo, 28 de septiembre de 2014

Domingo 1.

Como siempre estoy en mi habitación una vez más.
No puedo negar la obviedad, amo escribir, de alguna manera siempre me ha ayudado a mantener mi cabeza en orden.
Hace meses que no escribo nada congruente. Es más, leo viejos diarios, cuadernos de pastas gastadas, de las que se caen a pedazos, de hojas de papel transparente y parece mentira que antes supiera escribir tan jodidamente bien, y ahora me parece que todo lo escribo está vacío y mediocre.

Será que hoy llueve, que ya pica el frío y me ha vuelto la inspiración. A veces se me hace raro pensar que hace ya tiempo que cerré el otro blog. Fui estúpida y no guardé ninguna copia de nada de lo que allí había, creo que es porque quise cerrar con mi pasado y mis dolores de un plumazo.
De alguna manera, muchos enigmas han sido resueltos, casi la mayoría de ellos por sí mismos, sin que yo haya tenido que esforzarme demasiado, otros continúan en perpetua interrogación, esperando su merecido final.

Me estoy agobiando por pequeñas tonterías que me carcomen la moral.
No tener le pelo lo largo que me gustaría. No tener los dientes lo suficientemente blancos. No ser lo bastante inteligente. No reírme con auténtica alegría. No llorar con verdadera tristeza. No abrazar con ganas. No dejar de fumar. No leer muchos libros. Nimiedades.

Esto es cuando se apagan las luces. Lo que queda de un edificio cuando se apagan las luces, cuando todo el mundo vuelve a casa buscando algún tipo de consuelo reconfortador.
Esto es lo que yo creo que soy. Un montón de cosas sin nombre, algo que a veces puedo explicar, y que otras veces se traduce en un texto absurdo y sin coherencia. Mis miedos y mis inseguridades, mis alegrías y lo mejor que tengo de mí.

Qué tal.