domingo, 1 de abril de 2018

Dependencia emocional, queridxs.

Desde que he vivido esta experiencia ''romántica'', mi visión sobre las relaciones en general, ha variado bastante.
Por supuesto, el concepto de relación de pareja, es el que más afectado se ve por esta circunstancia, pero en general, ya no veo con los mismos ojos las relaciones que tengo con otras personas, ni las relaciones de otras personas, con otras personas.
La amistad es un concepto que para mí, lleva siendo utópico desde el principio de los tiempos. A día de hoy, creo que he encontrado un concepto de amistad bastante aceptable y del cuál creo que incluso estoy orgullosa. 
Cuando era más joven tenía a lxs amigxs completamente idealizados, y a la mínima que no acababan cumpliendo esas expectativas, me ponía furiosa y decepcionada con ellos.
No es lo mismo pensarlo con 16, que con 24, pero porque también pienso que ahora soy bastante menos dependiente de ellos, que como lo era entonces. 
Y creo que con el amor después de todo esto, pues ha pasado un poco igual.

Me gustaría hablar largo y tendido de la dependencia emocional, pero creo que aún no estoy "curada" del todo. Leo y me informo acerca de ella todo lo que puedo, para entender el proceso mental por el que estoy pasando. 
Me asombra, pero estoy bastante bien y bastante mejor de lo que esperaba con respecto de la ruptura. No voy a ser hipócrita, no es lo mismo dejar a que te dejen, y en este caso la que ha dado la espantada final, he sido yo. Pero durante mucho tiempo, he sentido que me dejaba constantemente, a cada oportunidad que le surgía, aunque en realidad, no lo verbalizara. En eso, era y es más listo y más sutil que yo. Hay muchas formas de dejar a una persona sin pronunciar las palabras mágicas, con silencios, con abandono, con teléfonos apagados, con incomunicación, con no aparecer, con olvidar fechas importantes... y una larga lista con la que podría estar apuntando fallos hasta el siglo que viene. 

Lo que me cuesta entender es el por qué de aguantar esas cosas. Supongo que porque creía en sus promesas y en las putas reconciliaciones. Será eso lo que te hace adictx.
Y estúpidamente, me pregunto si estará pensando en mí, si echará de menos  tenerme todo el día pegada a su culo.  
Realmente lo pienso y no lo pienso al mismo tiempo, si así fuera, no habría dejado que esto hubiese degenerado en esta basura. 

De hecho estoy bastante orgullosa de mí misma, porque ha pasado un mes y ni uno ni otro ha hecho intento por ponerse en contacto con el otro. Y la verdad que es lo mejor que nos podía pasar a los dos. Porque yo tampoco estaba siendo la mejor versión de mí misma. Me estaba convirtiendo en una extensión de él, una copia barata y mala. 
También llevo una semana sin fumar :)
Me encantaría de hablar de otras cosas, pero sólo me sale esto. Es lo que ahora tengo en el fondo del corazón. Lo siento.


jueves, 22 de marzo de 2018

Tres semanas más tarde.

Han pasado ya tres semanas.
El tiempo como siempre, pasa volando y sin aviso, y la verdad que casi ni me he percatado del paso de los días.
Conforme van pasando los días, voy experimentando diferentes estados de ánimo y cambios de humor.
Los primeros días, recuerdo estar muy tranquila. Porque me había quitado la presión de tener que estar haciendo cálculos, midiendo mis palabras, censurándome en muchos casos. Y de golpe, todas esas barreras, habían sido derribadas. Ya no tenía que esconder mi personalidad en un botecito y guardarlo en un sitio, donde no le diese la luz.
Pasada ya la primera semana, empecé a sentir muchísima rabia y frustración. Frustración por haber luchado tanto, por haber abandonado tantas cosas a mi alrededor por el "bien" de la relación, que no le hacía bien a nadie. Especialmente a mí. También estaba enfadada con él, por su falta de empatía, por su falta de humanidad conmigo. Enfadada conmigo misma, por haberme enamorado de una persona así, que tanto daño me estaba haciendo, que tantísima inseguridad me causaba. ¿Dónde estaba mi amor propio?
Tres semanas después, estoy algo más reflexiva.
Digamos que la frustración, no se ha ido del todo, pero no me produce tanto malestar. Supongo que voy aceptando que hay veces que luchas y no ganas, que te toca perder. No voy a decir que he perdido el tiempo, porque también es verdad, que si no hubiese dado con una persona como él, hay muchas cosas que jamás habría aprendido. Y eso son lecciones de vida.

También me he parado a pensar en la carga que se nos ha impuesto a las mujeres en el rol de pareja.
En el momento que damos con un hombre problemático, el típico "canalla" de toda la vida, nos sale o se nos impone, la vena de salvadoras. Nosotras vamos a hacer que su vida sea mejor, vamos a abrirle los ojos y que deje de lado aquellas cosas que no son buenas para él. Vamos a hacerle la vida más fácil y más feliz. 
¿Por qué?
Recuerdo, con un poco de vergüenza, el pensar esas cosas, el que mi misión era hacerle feliz. Ayudarlo en todo lo posible, estar ahí siempre que le hiciese falta. Aunque eso significase abandonarme a mí a un lado.
No estamos para salvarle la vida a nadie. Y menos a quién no se lo merece. No  somos ni psicólogas, ni madres. Estamos en una situación en la que prima la igualdad de condiciones. Por supuesto que una pareja debe ser un apoyo fundamental en la relación, pero no a costa de uno de los dos. 
Será también que ahora estoy un poco más abierta a nuevas ideologías, o las ideologías de siempre pero no tan visibles como ahora, pero es una idea que no deja de martillearme la cabeza.
Con esto no quiero decir que no haya que prestar ayuda si tu pareja te la pide, pero es que la mayoría de esos casos, esa ayuda sale de forma espontánea como un torrente, del que el otro, si no tiene lo que hay que tener, se aprovecha hasta agotar la última gotita.
Y eso es una auténtica bazofia.

Con todo esto y a pesar de lo que he escrito, quiero decir que a día de hoy, no me siento perdedora. Al contrario, creo que he sido una guerrera y que he estado bregando hasta el final, hasta agotar mis energías. Y que por muy manido que suene, más vale tarde, que nunca. Me alegro de haber abierto los ojos, y de darme cuenta de la oportunidad tan grande que tengo delante de mí.

Además, también es verdad que me están pasando cosas muy buenas ahora mismo, entonces estoy en un momento perfecto de mi vida. Me apetece hacer un montón de cosas, aprender a hacer algo nuevo. Viajar y no quedarme estancada en este lugar.
Ojalá esta actitud me dure mucho tiempo, porque no voy a ser una mentirosa, sé que vendrán los días de bajón, porque es lo que tienen las relaciones con dependencia emocional, que te hacen creer que ya no vas a encontrar a nadie como esa persona.
Cuando en realidad, es lo mejor que te puede pasar.


jueves, 15 de marzo de 2018

Después de una ruptura.

Me avergüenza pasar por aquí, porque tengo este lugar completamente abandonado. Dejé de venir, como el que deja de visitar a un familiar recluido en un asilo por pereza, por despiste, por olvido.
Supongo que necesito ver que aunque tenga mi diario personal, aún soy capaz de escribir algo que merezca la pena, que mi "experiencia", sirve de algo a otra gente, que al final, que a mí me haya ido de pena, no significa que a todo el mundo le vaya a pasar lo mismo.

Definitivamente rompí con mi pareja, hace dos semanas.
Aún no me creo que fuese capaz de hacerlo justo en ese momento, de hecho pensaba que ya no iba a ser capaz de salir en el bucle sin sentido en el que había entrado. Ya no vislumbraba el final del túnel, me había hecho la cama y tenía que dormir en ella.
Pero, un click, accionó un sistema de rebeldía en mi cerebro y me pregunté: ¿Por qué? ¿Por qué me tenía que conformar con esa relación mediocre en la que los esfuerzos, los sacrificios, la parte dura, solamente la hacía yo? ¿Por qué tenía que aguantarme con recibir cariño por parte de mi pareja, sólo cuando ésta le apetecía y tenía ganas? ¿Por qué tenía que soportar ser la última en su lista de prioridades? ¿Por qué desde que había establecido esta relación con esa persona, mi vida era un cúmulo de problemas y estrés sin control? ¿Por qué me sentía constantemente sola y abandonada por mi pareja? ¿Por qué ya no me reía con las mismas ganas? ¿Por qué ya no me sentía yo misma, cómo si con el paso de los meses, me hubiese ido perdiendo a trozos y ahora era una completa desconocida?

Todas esas preguntas y presa de un fuerte ataque de ansiedad, hicieron que por fin tomase la determinación de romper con aquello que tantísimo daño y sufrimiento me estaba causando.
No lo voy a negar, lloré ese día, lloré como una niña pequeña hasta que no me quedaron más lágrimas ni más fuerza para seguir llorando. Y creía que lloraba de pena, porque lo quería, porque era una persona importante y no iba a poder olvidarlo nunca más.

Pero, tampoco voy a mentir, si digo que desde aquel día, puedo dormir todas las noches de un tirón. Y que ahora con un poco de distancia y de tiempo, puedo ver las cosas con autenticidad.
No era una relación sana en absoluto. Perdí mi voz y mi voto. De forma inconsciente dejé de ser yo misma, para convertirme en una extensión de él. Y lo hice de forma inconsciente, porque ahora que muy poco a poco vuelvo a ser yo misma, empiezo a darme cuenta de cosas que en el momento de vivirlas, estaba tan absorta y deslumbrada por él, que era incapaz de ver.

Vivía por y para intentar salvar la relación, cuadrando horarios para vernos, dejando planes y personas a un lado, por si en el último momento a él se le ocurría venir a verme. Dejé de vestirme como me vestía, de maquillarme como me maquillaba y de ser quién era. 
Me da muchísima rabia escribir esto, porque no entiendo como una persona con mi cabeza y con mis ideales que yo creía tan bien asentados, haya permitido sentirse tan ninguneada, tan cero a la izquierda.
De hecho sé que de todo esto me va a costar trabajo reponerme, sobretodo hasta que recuerde quién era yo antes de toda esta historia.
Y dicho sea de paso, aunque haya salido de la peor manera posible, me alegro de haberla vivido. Ahora sé realmente qué clase de persona quiero tener a mi lado, qué es lo que no tengo que soportar y qué hacer en el momento que se me enciendan todas las alarmas.

Si alguien me lee y se siente identificadx, que no lo aguante. Hay muchos más peces en el mar. No es la mejor persona con la que te has cruzado en tu vida. No te está haciendo feliz. Si sientes, todo lo que yo siento, coge carretera y manta, porque no hay nada ni nadie imprescindible. Volverás a ser quién eras, y eso SI es lo correcto. 

Un abrazo.

martes, 20 de febrero de 2018

Entro aquí y releo todas las cosas que he escrito tiempo atrás. 
Casi siempre, el enfoque global que saco de todo lo que hay aquí mío, es que todo es realmente triste.
No voy a hacer leña del árbol caído, pero no entiendo el porqué no soy feliz. 
Anoche me desperté a las 4 de la mañana y estuve dándole vueltas un montón de cosas. 
Soy tan contradictoria, tengo tantos altibajos emocionales, que hay veces que ya no sé ni quién soy, ni quién es esa persona en la que me he convertido.

Supongo que el hecho de crecer, hace que vayas dejando de lado un montón de cosas atrás, pero me arrepiento de haberlo hecho.
Llevo años, sin salir de fiesta y disfrutarlo plenamente. He dejado de leer libros, cuando los devoraba en pocas horas. Ya casi no sé dibujar como antes. No me apetece pasarme las horas arreglándome el pelo, ni maquillándome con esmero. No encuentro grupos de música que representen mi estado de ánimo, ni que me hagan pasarme horas enteras escuchando sus letras. 
Y cuando tengo tiempo libre, lo único que me apetece es no hacer nada o dormir. 

El puto sentido de la responsabilidad está acabando conmigo, y no es broma. A veces me miro en el espejo y veo una persona envejecida en un cuerpo joven. Me sorprendo a mí misma, con las expectativas de vida que tengo ahora, tan diferentes de las que tenía no hace tanto.
Y lo peor de todo, es que aquellas faltas que tenía de nacimiento, se están acentuando mucho más a medida que voy siendo adulta.
Cuando estudié el primer año de psicología, en una de las asignaturas, nos enseñaron, que con el paso de la adolescencia a la madurez, se asentaban la personalidad y el carácter de cada persona. Pues en mi caso, creo que se está acentuando demasiado y no me gusta.
Nunca he sido especialmente positiva, me consideraba realista en realidad, pero ahora, veo que voy dejando a mi paso un aura de negatividad que despide huéspedes. 

Me gustaría echarle la culpa a un montón de cosas. A la sociedad por ejemplo, que desde bien niños, nos hacen creer que si eres buen estudiante y tienes una buena formación, tendrás un trabajo decente y bien pagado. A la sanidad, que si te cuidas mucho, comes bien, no bebes, no fumas y follas con precauciones, tendrás una vida saludable y jamás te pondrás enfermo. Al amor, que te dice que si te enamoras de una persona, la cuidas, luchas por ella y la quieres como se merece, tendrás la misma respuesta por su parte. 
Pero esto son gilipolleces, porque de esas cosas no tiene la culpa nadie, o quizás todo el mundo. Es más fácil tirar balones fuera, que asumir que en realidad, la culpa es tuya por no saber aceptar la vida como te viene. Y que por eso, no puedes avanzar.

No sé si la palabra es resignación, sumisión... pero, me imagino que si aceptara la vida tal y como es, aprendería a disfrutar de los terrenos en los que si me va bien, y no sufriría tanto.

viernes, 8 de septiembre de 2017

¿Septiembre?

Septiembre... no sé si amado u odiado.
Estamos en esa época que recuerda al inicio del año, ahora son todo buenos propósitos y buenas intenciones, que se pasarán con las primeras decepciones del otoño.

Ahora mismo sigo sin trabajar y la verdad, es que tampoco me está importando demasiado. Y eso me hace sentir mal, porque de alguna forma pienso que estoy perdiendo el tiempo sin hacer nada, que no estoy aprovechando mi vida, que estoy en una fase de procastinadora total en la que paso de todo y de todos. Pero, al mismo tiempo, esa sensación tan angustiosa, me hace sentirme muy mal conmigo misma y me hunde.
Entonces me dan bajones cargantes a más no poder y pienso que todo lo que tengo no merece la pena, porque es mediocre, porque no tiene el suficiente "valor".

Digamos que esto viene de las ideas preconcebidas que se nos han ido metiendo poquito a poco en la cabeza mientras hemos sido más jóvenes o más ilusos.
Sobretodo, creo que me afecta muy mucho en las relaciones interpersonales.
No es ningún secreto que este es un tema que me trae de cabeza desde hace bastante tiempo. Recuerdo alguna que otra entrada en el antiguo blog, donde describía estas inquietudes y decepciones.
Si, la palabra es decepción, porque me siento defraudada, no sé si conmigo misma por tener esas ideas, o con todos en general por no cumplir lo que yo deseo.
Creo que más por lo primero que por lo segundo, porque yo misma me he repetido hasta la saciedad, que las personas no pueden estar hechas a medida para nosotros. Que cada cual tiene su carácter, sus ideales y principios y que por eso somos diferentes, si no el mundo sería un lugar muy aburrido.

Leí en algún sitio, que si estabas buscando a alguien que te quisiera tal y como eres, que te aceptara todos tus defectos, que supiera que decirte en los malos momentos y que te levantase la autoestima, te estabas buscando a ti mismo.
Es una afirmación muy a lo Msr Wonderful, pero la verdad es que pienso que es bastante acertado.
Y mi pregunta es ¿cuántos años tienen que pasar para que nos reencontremos con esa parte tan esencial de nosotros?

Soy realista y me sorprendo a mi misma, teniendo conversaciones conmigo misma muy a menudo.
Sé que cada día me voy conociendo un poquito más y cuando me siento triste, deprimida, contenta, rabiosa, sé porqué es, y qué tengo que hacer para dejar de estarlo o qué hacer para acentuar esa sensación.
Pero también echo de menos el que alguien pueda traspasar la línea de mi silencio y sepa qué decirme sin tener que estar explicándolo con pelos y señales.
Es un pensamiento un poco utópico, porque de momento la telepatía como ciencia, está aún sin desarrollar, pero sería genial, y ahorraría muchos dolores de cabeza.

Volviendo al inicio de la entrada, espero que con Septiembre (como en Enero) las cosas cambien a mejor, y que sean cambios graduales, por favor.
Me encantaría vivir una temporada fuera, estar un poco aislada de todo esto, deshacerme de la dependencia emocional tan grande que tengo de la gente que me rodea. Trabajar en algo, que si bien no estuviera bien pagado, me hiciese sentir bien conmigo misma.
Por pedir...

martes, 22 de agosto de 2017

Cuando volví a casa, y me metí en la que ha sido mi habitación toda mi vida, me sentía una completa extraña.
Más que extraña, me sentía usurpadora, porque miraba las fotos colgadas en la pared, las sábanas en la cama, los libros apilados en las estanterías, y no sentía que ningún objeto me perteneciera.
La habitación despedía un olor a viejo, como a añejo, después de 8 meses deshabitada.
Tocaba las cosas, como el que contempla y observa los recuerdos de un viejo antepasado, como se miran las cosas que no son nuestras, desde lejos y con curiosidad.

Ya han pasado tres meses desde aquella vez, y aún así, me cuesta creer que esté aquí, en esta cárcel mental.
He cambiado los muebles de sitio como tres veces, y aún así, no me termino de sentir cómoda aquí.
De todas formas albergo la esperanza de no tener que terminar de adaptarme de nuevo a esto, porque tengo la absurda esperanza y la sensación, de que no me queda mucho más tiempo aquí.
Es un sentimiento premonitorio, como la certeza incierta de que eso va a suceder.

No sé que necesidad ha sido la que me ha traído a volver a escribir aquí. Agradezco en el alma que aún haya gente a la que le interese leer lo que escribo, es un gran consuelo.
Me ayuda a pensar que no todo está perdido, que todavía tengo algo bueno o malo que decir.
De hecho es como si hubiese recuperado algo de mí, releyendo todo esto, lo que estoy escribiendo y lo que he dicho en otras entradas.

Y aunque parezca que escribo en tono melancólico, lo cierto es que estoy bastante estable y cuerda. Me quejo aquí, porque es el único sitio donde puedo decir realmente como me siento, pero de alguna manera, sé que estoy donde tengo que estar, volviendo a los orígenes.

Me hace gracia porque no sé cuantas entradas habré escrito lo desarraigada que me siento, es una pena que borrase el otro blog, dónde desde mi más tierna adolescencia, describía estos mismos episodios de pieza-de-puzle que no encaja.
Ahí creo que se forjaba la auténtica esencia de todo esto, pero como he hecho miles de veces, corté con todo lo que me hacía daño. Y aunque me sentía más yo que nunca, fueron unos años realmente dañinos y tóxicos para mi.

No sé porque dicen que la adolescencia es la mejor etapa de la vida, o la más feliz, cuando casi el 90% de personas que conozco, están o han estado jodidas en esa época.

Supongo que no paro de divagar.

domingo, 20 de agosto de 2017

Relaciones y taras mentales.

Recuerdo cuando llevaba más o menos una estabilidad a la hora de escribir aquí. Hubo un tiempo que incluso era un hábito y no me costaba apenas encontrar la forma más clara de expresarme aquí.
Es curioso, a veces creo que con los años me he vuelto más hueca. 

Leo textos de cuando tenía 17 o 18 años y me parecen pequeñas obras de arte. Y ahora, cada vez que releo algo que haya escrito hace relativamente poco, me parece que es una auténtica bazofia
Como si con los años hubiese perdido el toque, la chispa, la esencia literaria.
Pienso que cada uno de nosotros tiene su propia marca, la que hace que sus escritos y textos sean originales, inimitables, que reconozcas al autor con leer un párrafo, como un perfume personal. 
Supongo que vengo aquí en la búsqueda de eso mismo, de esa parte de mi que aún creo que existe y que está escondida en algún lugar de mi cabeza.

Se supone que con el tiempo vas madurando, y al madurar, pierdes en dramatismo. Igual era eso, lo que me hacía creerme que era especial y diferente. Pero no voy a mentir, he perdido el dramatismo a base de desengaños, porque la vida es muy buena maestra y se encarga de espabilarte con sus propios medios.
Pero no venía aquí a hablar de eso. Quería escribir sobre relaciones, relaciones de toda clase, aunque principalmente, relaciones de pareja. Dependencia emocional, quiero decir.

Porque si, yo soy muy dependiente. Aunque en mi fuero interno, he estado toda mi vida pensando que no, que el día que yo me enamorase, la dependencia no iba a ser una de las cualidades que yo quería tener con respecto de mi pareja. ¡Qué equivocada he estado!

Soy realista, yo sé que soy muy dependiente, porque tengo una autoestima hecha pedacitos pequeños pegados con pegamento barato, que de vez en cuando hace el apaño, pero tienes que ir con cuidado para que no se despeguen todos los trozos. 
Tenía que haber trabajado más en quererme tal cual soy, con todas mis taras mentales, pero no, he preferido dejar esa asignatura pendiente, y ahora, me está pasando factura.
En otras relaciones, no ha sido así, porque siendo honesta conmigo misma y con este blog, no he dado tanto "oficialmente", como para que me afectase a estos niveles. 
Que intento luchar y lidiar con ello a diario, y dejar de ser una zorra de manual conmigo misma. 
Aún así, hay cosas que me hacen mucho daño. Y son cosas, que yo soy consciente que no vienen de fuera, que es algo en lo que yo tengo que trabajar y desarrollar, aunque hay veces que es imposible.

Y lo que es aún más difícil, es intentar hacérselo entender a la persona que tienes al lado. A veces veo su desesperación en los ojos, y es cuando sufro un pequeño bloqueo mental y no sé qué hacer ni qué decir. 
Lo he intentado alguna vez que otra, pero de nuevo, me invade ese terror a que sepa tanto lo que hay dentro de mi... Y no es que esté especialmente jodida, pero hay cargas emocionales, que no he terminado de soltar. Y porque soy egoísta, hay cosas que quiero que se queden para mi nada más.
Aunque luego me den mis temidos bajones, y se percate de que algo no anda bien en mi cabeza.

Mi pregunta es: ¿Siempre ha sido así de complicado?