jueves, 15 de marzo de 2018

Después de una ruptura.

Me avergüenza pasar por aquí, porque tengo este lugar completamente abandonado. Dejé de venir, como el que deja de visitar a un familiar recluido en un asilo por pereza, por despiste, por olvido.
Supongo que necesito ver que aunque tenga mi diario personal, aún soy capaz de escribir algo que merezca la pena, que mi "experiencia", sirve de algo a otra gente, que al final, que a mí me haya ido de pena, no significa que a todo el mundo le vaya a pasar lo mismo.

Definitivamente rompí con mi pareja, hace dos semanas.
Aún no me creo que fuese capaz de hacerlo justo en ese momento, de hecho pensaba que ya no iba a ser capaz de salir en el bucle sin sentido en el que había entrado. Ya no vislumbraba el final del túnel, me había hecho la cama y tenía que dormir en ella.
Pero, un click, accionó un sistema de rebeldía en mi cerebro y me pregunté: ¿Por qué? ¿Por qué me tenía que conformar con esa relación mediocre en la que los esfuerzos, los sacrificios, la parte dura, solamente la hacía yo? ¿Por qué tenía que aguantarme con recibir cariño por parte de mi pareja, sólo cuando ésta le apetecía y tenía ganas? ¿Por qué tenía que soportar ser la última en su lista de prioridades? ¿Por qué desde que había establecido esta relación con esa persona, mi vida era un cúmulo de problemas y estrés sin control? ¿Por qué me sentía constantemente sola y abandonada por mi pareja? ¿Por qué ya no me reía con las mismas ganas? ¿Por qué ya no me sentía yo misma, cómo si con el paso de los meses, me hubiese ido perdiendo a trozos y ahora era una completa desconocida?

Todas esas preguntas y presa de un fuerte ataque de ansiedad, hicieron que por fin tomase la determinación de romper con aquello que tantísimo daño y sufrimiento me estaba causando.
No lo voy a negar, lloré ese día, lloré como una niña pequeña hasta que no me quedaron más lágrimas ni más fuerza para seguir llorando. Y creía que lloraba de pena, porque lo quería, porque era una persona importante y no iba a poder olvidarlo nunca más.

Pero, tampoco voy a mentir, si digo que desde aquel día, puedo dormir todas las noches de un tirón. Y que ahora con un poco de distancia y de tiempo, puedo ver las cosas con autenticidad.
No era una relación sana en absoluto. Perdí mi voz y mi voto. De forma inconsciente dejé de ser yo misma, para convertirme en una extensión de él. Y lo hice de forma inconsciente, porque ahora que muy poco a poco vuelvo a ser yo misma, empiezo a darme cuenta de cosas que en el momento de vivirlas, estaba tan absorta y deslumbrada por él, que era incapaz de ver.

Vivía por y para intentar salvar la relación, cuadrando horarios para vernos, dejando planes y personas a un lado, por si en el último momento a él se le ocurría venir a verme. Dejé de vestirme como me vestía, de maquillarme como me maquillaba y de ser quién era. 
Me da muchísima rabia escribir esto, porque no entiendo como una persona con mi cabeza y con mis ideales que yo creía tan bien asentados, haya permitido sentirse tan ninguneada, tan cero a la izquierda.
De hecho sé que de todo esto me va a costar trabajo reponerme, sobretodo hasta que recuerde quién era yo antes de toda esta historia.
Y dicho sea de paso, aunque haya salido de la peor manera posible, me alegro de haberla vivido. Ahora sé realmente qué clase de persona quiero tener a mi lado, qué es lo que no tengo que soportar y qué hacer en el momento que se me enciendan todas las alarmas.

Si alguien me lee y se siente identificadx, que no lo aguante. Hay muchos más peces en el mar. No es la mejor persona con la que te has cruzado en tu vida. No te está haciendo feliz. Si sientes, todo lo que yo siento, coge carretera y manta, porque no hay nada ni nadie imprescindible. Volverás a ser quién eras, y eso SI es lo correcto. 

Un abrazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario