domingo, 28 de septiembre de 2014

Domingo 1.

Como siempre estoy en mi habitación una vez más.
No puedo negar la obviedad, amo escribir, de alguna manera siempre me ha ayudado a mantener mi cabeza en orden.
Hace meses que no escribo nada congruente. Es más, leo viejos diarios, cuadernos de pastas gastadas, de las que se caen a pedazos, de hojas de papel transparente y parece mentira que antes supiera escribir tan jodidamente bien, y ahora me parece que todo lo escribo está vacío y mediocre.

Será que hoy llueve, que ya pica el frío y me ha vuelto la inspiración. A veces se me hace raro pensar que hace ya tiempo que cerré el otro blog. Fui estúpida y no guardé ninguna copia de nada de lo que allí había, creo que es porque quise cerrar con mi pasado y mis dolores de un plumazo.
De alguna manera, muchos enigmas han sido resueltos, casi la mayoría de ellos por sí mismos, sin que yo haya tenido que esforzarme demasiado, otros continúan en perpetua interrogación, esperando su merecido final.

Me estoy agobiando por pequeñas tonterías que me carcomen la moral.
No tener le pelo lo largo que me gustaría. No tener los dientes lo suficientemente blancos. No ser lo bastante inteligente. No reírme con auténtica alegría. No llorar con verdadera tristeza. No abrazar con ganas. No dejar de fumar. No leer muchos libros. Nimiedades.

Esto es cuando se apagan las luces. Lo que queda de un edificio cuando se apagan las luces, cuando todo el mundo vuelve a casa buscando algún tipo de consuelo reconfortador.
Esto es lo que yo creo que soy. Un montón de cosas sin nombre, algo que a veces puedo explicar, y que otras veces se traduce en un texto absurdo y sin coherencia. Mis miedos y mis inseguridades, mis alegrías y lo mejor que tengo de mí.

Qué tal.