viernes, 8 de septiembre de 2017

¿Septiembre?

Septiembre... no sé si amado u odiado.
Estamos en esa época que recuerda al inicio del año, ahora son todo buenos propósitos y buenas intenciones, que se pasarán con las primeras decepciones del otoño.

Ahora mismo sigo sin trabajar y la verdad, es que tampoco me está importando demasiado. Y eso me hace sentir mal, porque de alguna forma pienso que estoy perdiendo el tiempo sin hacer nada, que no estoy aprovechando mi vida, que estoy en una fase de procastinadora total en la que paso de todo y de todos. Pero, al mismo tiempo, esa sensación tan angustiosa, me hace sentirme muy mal conmigo misma y me hunde.
Entonces me dan bajones cargantes a más no poder y pienso que todo lo que tengo no merece la pena, porque es mediocre, porque no tiene el suficiente "valor".

Digamos que esto viene de las ideas preconcebidas que se nos han ido metiendo poquito a poco en la cabeza mientras hemos sido más jóvenes o más ilusos.
Sobretodo, creo que me afecta muy mucho en las relaciones interpersonales.
No es ningún secreto que este es un tema que me trae de cabeza desde hace bastante tiempo. Recuerdo alguna que otra entrada en el antiguo blog, donde describía estas inquietudes y decepciones.
Si, la palabra es decepción, porque me siento defraudada, no sé si conmigo misma por tener esas ideas, o con todos en general por no cumplir lo que yo deseo.
Creo que más por lo primero que por lo segundo, porque yo misma me he repetido hasta la saciedad, que las personas no pueden estar hechas a medida para nosotros. Que cada cual tiene su carácter, sus ideales y principios y que por eso somos diferentes, si no el mundo sería un lugar muy aburrido.

Leí en algún sitio, que si estabas buscando a alguien que te quisiera tal y como eres, que te aceptara todos tus defectos, que supiera que decirte en los malos momentos y que te levantase la autoestima, te estabas buscando a ti mismo.
Es una afirmación muy a lo Msr Wonderful, pero la verdad es que pienso que es bastante acertado.
Y mi pregunta es ¿cuántos años tienen que pasar para que nos reencontremos con esa parte tan esencial de nosotros?

Soy realista y me sorprendo a mi misma, teniendo conversaciones conmigo misma muy a menudo.
Sé que cada día me voy conociendo un poquito más y cuando me siento triste, deprimida, contenta, rabiosa, sé porqué es, y qué tengo que hacer para dejar de estarlo o qué hacer para acentuar esa sensación.
Pero también echo de menos el que alguien pueda traspasar la línea de mi silencio y sepa qué decirme sin tener que estar explicándolo con pelos y señales.
Es un pensamiento un poco utópico, porque de momento la telepatía como ciencia, está aún sin desarrollar, pero sería genial, y ahorraría muchos dolores de cabeza.

Volviendo al inicio de la entrada, espero que con Septiembre (como en Enero) las cosas cambien a mejor, y que sean cambios graduales, por favor.
Me encantaría vivir una temporada fuera, estar un poco aislada de todo esto, deshacerme de la dependencia emocional tan grande que tengo de la gente que me rodea. Trabajar en algo, que si bien no estuviera bien pagado, me hiciese sentir bien conmigo misma.
Por pedir...

martes, 22 de agosto de 2017

Cuando volví a casa, y me metí en la que ha sido mi habitación toda mi vida, me sentía una completa extraña.
Más que extraña, me sentía usurpadora, porque miraba las fotos colgadas en la pared, las sábanas en la cama, los libros apilados en las estanterías, y no sentía que ningún objeto me perteneciera.
La habitación despedía un olor a viejo, como a añejo, después de 8 meses deshabitada.
Tocaba las cosas, como el que contempla y observa los recuerdos de un viejo antepasado, como se miran las cosas que no son nuestras, desde lejos y con curiosidad.

Ya han pasado tres meses desde aquella vez, y aún así, me cuesta creer que esté aquí, en esta cárcel mental.
He cambiado los muebles de sitio como tres veces, y aún así, no me termino de sentir cómoda aquí.
De todas formas albergo la esperanza de no tener que terminar de adaptarme de nuevo a esto, porque tengo la absurda esperanza y la sensación, de que no me queda mucho más tiempo aquí.
Es un sentimiento premonitorio, como la certeza incierta de que eso va a suceder.

No sé que necesidad ha sido la que me ha traído a volver a escribir aquí. Agradezco en el alma que aún haya gente a la que le interese leer lo que escribo, es un gran consuelo.
Me ayuda a pensar que no todo está perdido, que todavía tengo algo bueno o malo que decir.
De hecho es como si hubiese recuperado algo de mí, releyendo todo esto, lo que estoy escribiendo y lo que he dicho en otras entradas.

Y aunque parezca que escribo en tono melancólico, lo cierto es que estoy bastante estable y cuerda. Me quejo aquí, porque es el único sitio donde puedo decir realmente como me siento, pero de alguna manera, sé que estoy donde tengo que estar, volviendo a los orígenes.

Me hace gracia porque no sé cuantas entradas habré escrito lo desarraigada que me siento, es una pena que borrase el otro blog, dónde desde mi más tierna adolescencia, describía estos mismos episodios de pieza-de-puzle que no encaja.
Ahí creo que se forjaba la auténtica esencia de todo esto, pero como he hecho miles de veces, corté con todo lo que me hacía daño. Y aunque me sentía más yo que nunca, fueron unos años realmente dañinos y tóxicos para mi.

No sé porque dicen que la adolescencia es la mejor etapa de la vida, o la más feliz, cuando casi el 90% de personas que conozco, están o han estado jodidas en esa época.

Supongo que no paro de divagar.

domingo, 20 de agosto de 2017

Relaciones y taras mentales.

Recuerdo cuando llevaba más o menos una estabilidad a la hora de escribir aquí. Hubo un tiempo que incluso era un hábito y no me costaba apenas encontrar la forma más clara de expresarme aquí.
Es curioso, a veces creo que con los años me he vuelto más hueca. 

Leo textos de cuando tenía 17 o 18 años y me parecen pequeñas obras de arte. Y ahora, cada vez que releo algo que haya escrito hace relativamente poco, me parece que es una auténtica bazofia
Como si con los años hubiese perdido el toque, la chispa, la esencia literaria.
Pienso que cada uno de nosotros tiene su propia marca, la que hace que sus escritos y textos sean originales, inimitables, que reconozcas al autor con leer un párrafo, como un perfume personal. 
Supongo que vengo aquí en la búsqueda de eso mismo, de esa parte de mi que aún creo que existe y que está escondida en algún lugar de mi cabeza.

Se supone que con el tiempo vas madurando, y al madurar, pierdes en dramatismo. Igual era eso, lo que me hacía creerme que era especial y diferente. Pero no voy a mentir, he perdido el dramatismo a base de desengaños, porque la vida es muy buena maestra y se encarga de espabilarte con sus propios medios.
Pero no venía aquí a hablar de eso. Quería escribir sobre relaciones, relaciones de toda clase, aunque principalmente, relaciones de pareja. Dependencia emocional, quiero decir.

Porque si, yo soy muy dependiente. Aunque en mi fuero interno, he estado toda mi vida pensando que no, que el día que yo me enamorase, la dependencia no iba a ser una de las cualidades que yo quería tener con respecto de mi pareja. ¡Qué equivocada he estado!

Soy realista, yo sé que soy muy dependiente, porque tengo una autoestima hecha pedacitos pequeños pegados con pegamento barato, que de vez en cuando hace el apaño, pero tienes que ir con cuidado para que no se despeguen todos los trozos. 
Tenía que haber trabajado más en quererme tal cual soy, con todas mis taras mentales, pero no, he preferido dejar esa asignatura pendiente, y ahora, me está pasando factura.
En otras relaciones, no ha sido así, porque siendo honesta conmigo misma y con este blog, no he dado tanto "oficialmente", como para que me afectase a estos niveles. 
Que intento luchar y lidiar con ello a diario, y dejar de ser una zorra de manual conmigo misma. 
Aún así, hay cosas que me hacen mucho daño. Y son cosas, que yo soy consciente que no vienen de fuera, que es algo en lo que yo tengo que trabajar y desarrollar, aunque hay veces que es imposible.

Y lo que es aún más difícil, es intentar hacérselo entender a la persona que tienes al lado. A veces veo su desesperación en los ojos, y es cuando sufro un pequeño bloqueo mental y no sé qué hacer ni qué decir. 
Lo he intentado alguna vez que otra, pero de nuevo, me invade ese terror a que sepa tanto lo que hay dentro de mi... Y no es que esté especialmente jodida, pero hay cargas emocionales, que no he terminado de soltar. Y porque soy egoísta, hay cosas que quiero que se queden para mi nada más.
Aunque luego me den mis temidos bajones, y se percate de que algo no anda bien en mi cabeza.

Mi pregunta es: ¿Siempre ha sido así de complicado?

viernes, 18 de agosto de 2017

Regreso.

Parece mentira, pero esto se acaba echando de menos.
Ha pasado más de una año, desde mi última entrada y la verdad, es que mi vida ha sido un auténtico vaivén de sucesos, que no me ha hecho estar para nada tranquila.
Muchas han sido las veces que he querido entrar aquí, relatar un poco que estaba siendo de mí, pero al final entre tantos cambios y ajetreo, me iba desmotivando a la hora de escribir.

No obstante, he seguido leyendo a muchas de las personas con las que empecé mi primer blog, allá por 2010 creo, 7 años desde que cree mi espacio virtual, mi presencia aquí.
Me alegra saber que la mayoría han ido evolucionando casi en todo, aunque siempre haya pequeñeces que nos trastornen un poco la existencia, pero el balanace, es positivo.

No sé ni por dónde empezar.
Podría hacer un resumen muy esquemático desde julio de 2016 hasta hoy dieciocho de agosto, pero nunca he sido de esas personas prácticas y concretas, más bien he divagado mucho a la hora de dar explicaciones por aquí.
El trabajo al final, acabó por minarme la autoestima y la energía. Tenía una jornada laboral de 10-12 h diarias en un barrio un poquito conflictivo de mi casi-ciudad, que hacía que cada madrugada (porque acababa sobre las 2 de la mañana, la mayoría de los días), volviese a casa con el corazón en un puño, temiendo que cualquier desgraciado estuviese esperándome al salir.
Es curioso, pero en estos trabajos, si eres mujer, tienes miedo de forma instintiva, porque es muy fácil acosar, comentar, "piropear", insinuar, sin que realmente suceda nada.
Después de casi 8 meses, opté por mi salud mental y física, y decidí marcharme. Porque sí, perdí kilos, gané en dolores de estómago y en ansiedad. Una delicia.

Me enamoré. Hasta las trancas, de forma desesperada y poco sana. De forma completamente dependiente, tanto física como emocionalmente.
Como nunca antes había dependido de nadie, y eso me asustaba y encantaba al mismo tiempo.
Toda mi vida he sido yo sola, sin nadie más. Y de repente me veía completamente enganchada como un drogadicto a la heroína. Me agobié.
La verdad es que ha sido una relación muy tormentosa, pero auténtica. De hecho aún estamos juntos, aunque han cambiado mucho las cosas de unos meses hasta ahora. Tanto, que a veces creo que es mentira.

Volví a casa de mis padres, en busca de estabilidad mental. Y aquí sigo, aunque la estabilidad mental aún no ha regresado. Sigo buscándola.
Supongo que paso por aquí para decir que estoy viva, y creo que "bien".
No sé si quedará alguien que siga leyéndome, pero si es así, espero que tú también estés bien.