domingo, 24 de mayo de 2015

Dando pena, vol3.

El tiempo pasa lentamente, pero, pasar, pasa. Y a veces se me hace jodidamente insoportable.
Volvimos a hablar y todo parecía bien, todo parecía quedar en una sana amistad y nada más.
Ja. Ilusa.
Como si no lo conociera de nada, volvió a jugármela. Me humillan sus juegos mentales, me hacen sentirme como una imbécil. Prometo, hasta que la meto. Menos mal, que me andé espabilada y no llegó a meter nada. Pero aún así, duele.
Si esto es amor, apesta. Yo creía que el amor, es sacar lo mejor de uno mismo, que te hace llenarte de alegría y de buen rollo, que todo se te hace un poquitín más fácil.

Pero este amor, es abusivo. Es violento, porque muchas veces no soy capaz de controlar lo que pienso y eso me aterra. Yo que siempre he sido una persona de mente cuadriculada.
Y me desgarra pensar que simplemente no hay nada más en su cabeza. Una atracción sexual muy fuerte, pero no tiene sentimientos por mi. Por mucho que me quiera vender la moto, sólo quiere que follemos y ya está. Porque se lo ha propuesto, porque no va a parar hasta conseguirlo.

Ahí es cuando le odio. Cuando no me creo ni la mitad de sus palabras, cuando veo que es un puto mentiroso y un liante. Y que soy gilipollas, porque me dejo llevar por cada uno de sus enrevesados pensamientos. No ha cambiado un ápice, sigue siendo el mismo cabroncete con suerte, con los ojos verdes y muy poca vergüenza. Odio en lo que me he convertido. En otra más.

No quiero verlo más, no quiero buscarlo más. No le importo nada, por eso no hace nada por mi. Es un maestro del yo. Vive por y para si mismo. Me doy asco por querer tener una persona así en mi vida.

Entonces es cuando se me hace fácil, cenar una puta cerveza y dormir.

jueves, 7 de mayo de 2015

A veces, me cuesta creer que todo haya pasado realmente.
Hoy he tenido un sueño que me ha hecho mucho daño, un sueño en el que se cumplían mis expectativas.
Pocas veces, me he despertado con los ojos llenos de lágrimas, pero esta mañana ha sido una de esas veces.
He aguantado el desayuno, hasta que me he quedado sola y sólo entonces, he estado dispuesta a romper a llorar. Y yo que creía que había agotado mis reservas lacrimógenas...
Maldita ilusa.
Quiero que esto se pase, quiero que esto termine.
Sólo quiero dejar pasar los días y apagar la cabeza.

Tema físico, pues no lo sé. A veces aceptable, otras me encuentro como un trapo viejo y mojado, así que no estoy siendo muy objetiva.
Que corra el tiempo.

lunes, 4 de mayo de 2015

Dicen que cuando te rompen el corazón, sientes un dolor tan grande, que no se puede describir con palabras.
Yo digo que lo que se rompe, no es el corazón: es el estómago. Es notar como un cuchillo se atasca en el esófago. Es como tener un gancho alrededor de tu estómago, que es pesado y afilado, y se clava y arrastra con todo su peso, hacia las entrañas.
Y cuando tu estómago desaparece dentro de ti, no hay dolor, no queda nada. Entonces eres capaz de desconectar de una forma automática, digna de un yogui rozando el nirvana. Y te sientes libre pero a la vez más atada que nunca a tus emociones. Dejamos de ser nosotros mismos, para convertirnos en una especie de espectro que vive por inercia.
En algún momento de La sombra del viento, leí la frase ''hay peores cárceles que las palabras...''y no la comprendía, ahora la entiendo, aunque no en el contexto de la novela, la entiendo en mi infierno personal.
Mi cárcel, es mi cabeza. No dejo de hacerme preguntas cuya respuesta ya sé. Pero que en resumen, me sirven para no apagar la última llamita de fuego que me queda. La esperanza, esa hija de puta que nos mantiene siempre alerta, que nos da ganas de vivir. A mi, casi me las está quitando, con su insistencia, con sus ''y si..'', con sus ''pero dijo que me quería'', con sus ''dale tiempo, seguro que...''.

También es lo primero en lo que pienso cuando me despierto y en lo último antes de acostarme. Y no es una frase manida y pastelosa, no me siento orgullosa y feliz de escribirlo. Me siento estúpida y perdedora, porque muy dentro de mi, me he convertido en otra gilipollas más.
Llorar no lloro, al menos no con esa desesperación. Pero no puedo soportar ver muestras de cariño, no puedo escuchar algunas canciones, no . No lloro, pero noto de nuevo el gancho arañándome por dentro y no quiero quedarme vacía de nuevo.

Tengo que vivir mi vida. Tengo que seguir con mis estudios, con mi trabajo, con mis amigos.

Con todo esto, tengo un autoestima bajo mínimos. Procuro no mirarme en el espejo, pero no dejo de palparme la piel en busca de consuelo, buscando que haya menos espacio entre la piel y el hueso. Pero, nuevamente, otro fracaso más, así que a ratos me arrastro entre la pena y el autodesprecio.
Qué genialidad.