lunes, 22 de diciembre de 2014

Espíritu ¿navideño?

Se supone que cuando tu felicidad la pones, en manos de otras personas, la felicidad nunca llega o directamente, deja de existir.
También sé, que la felicidad no se regala así tan fácil, pero por pequeños detalles, ésta se va mermando y va perdiendo fuerza gotita a gotita, hasta que finalmente, deja de tener sentido su búsqueda y acabamos conformándonos con lo poco que nos reconforta.

A veces es un comentario, o dos, o una foto. En mi caso son las tres cosas. Y se me desmorona el frágil muro que he construido en torno a mi en cuestión de 5 minutos.
¿De quién es la culpa, entonces?
a)Mía, por no saber aceptar una crítica o simplemente, porque no se reírme de mí misma.
b)De los demás, por ser conocedores de mi susceptibilidad, sensibilidad o simplemente por ser gilipollas.
c)Un poco de ambas cosas, mi falta de autoestima y mis puntos débiles.

Si a todo eso le sumas la constante sensación de desconfianza que te produce todo el mundo, obtenemos como resultado equivalente, una auto-relación nefasta.
Sin darte cuenta te acostumbras a ser reservada, a guardarte esa parte de ti que no le interesa nadie o que a ti no te interesa mostrar, tu verdadero superyo.

Y se supone que es Navidad. Manda cojones.

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