viernes, 26 de diciembre de 2014

Post-nochebuena.

Miro el reloj y me parece mentira que haya desperdiciado otro día durmiendo. Las 12 horas anteriores fueron intensas.
Volvía a casa con unas gafas de sol navideñas, tiritando de frío y descalza, ya que mis tobillos habían decidido dejar de soportar el peso de mi cuerpo.
Me raspaban las plantas de los pies, el asfalto estaba casi congelado, a los pocos minutos, cada pisada era un dolor increíblemente placentero.
-Cambiémonos los zapatos.-me dijo una amiga.
Volví a casa, en cuanto me bajé del coche me apresuré a calentarme en la chimenea, lo suficiente para poder dormir.
Me levanto de la cama, la casa está en completo silencio. Es de día y todos se han ido. Gente que tiene cosas que hacer, gente que se levanta por fuertes motivos. Yo no, yo sólo estoy de resaca y me arrastro de un lado a otro sin ningún objetivo. Veo una nota colgada en el frigorífico, tengo que limpiar.
Barro el salón y la ceniza del tabaco acaban en el fondo de la basura. Sacudo cojines y los coloco en su sitio. Enciendo una vela perfumada, pues los olores dulces me hacen sentirme bien. Amontono los platos sucios y abro el grifo con el agua caliente a tope. Friego cada plato de forma metódica, lo paso de un fregadero a otro, aclaro y coloco. Lleno un recipiente con agua caliente y vierto lejía en él. Sumerjo la bayeta y dejo que se hunda por completo, mientras la suciedad sale a flote. Qué fácil sería llenar una bañera de agua hirviendo, añadiría lejía y después me hundiría hasta que todo lo feo saliese a fuera y se quedara ahí, mientras una nueva yo, limpia y reluciente se enfrenta al mundo.
Tengo hambre de resaca, por eso como a las 12. Me alegro de que no haya comida deliciosa y grasienta, porque acabaría con ella de una sentada. Los bombones me tientan, pero me he prometido que esta navidad sólo comería 10. Estúpidas normas que me hacen sentirme segura.
Abro el tambor de la lavadora y tiendo la ropa fuera. Hay sol, y es agradable, pero una corriente de aire frío me traspasa el pijama y me da un escalofrío.

Tengo recuerdos alegres y divertidos, otros penosos y patéticos. Esto es la post-nochebuena, mi humor ha disminuido drásticamente, ya que lo único que me apetece es meterme en la cama y que llegue el 8 de enero.

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