jueves, 16 de junio de 2016

Sigo navegando.

Las cosas marchan.
No voy a decir que para una dirección u otra, porque la verdad es que ahora mismo me siento como andando por una cuerdecita pendiente sobre un gran vacío. 
Se supone que en este nuevo trabajo estoy de "prueba", que dentro de lo estrictamente legal, me parece muy bien, porque si yo tuviera una serie de negocios que funcionan, no me arriesgaría a contratar a una persona sin antes conocerla un poco.
Lo que pasa con esto, es que estoy un pelín nerviosa y me cuesta dormir por las noches. Mi cabeza no deja ni un segundo de pensar en el dichoso trabajo y es un poco cansino este ronroneo.
Como ya mencioné con anterioridad, es en el sector de la hostelería, en el que ya he estado, lo que pasa es que este modelo de negocio me resulta nuevo. Y con más gente.

Lo gracioso de esto, es que yo he llegado a este sitio nuevo y todos los demás compañeros, me ven como el blanco perfecto con el que desahogarse. Si, una vez más.
Obviamente en un sitio donde trabaja mucha gente, hay rencillas y otros roces, supongo que es más fácil contárselo todo a una desconocida que hablarlo directamente entre ellos.
De todas formas, no soy tan inocente, en este tipo de situaciones, cualquier paso en falso, es tu ruina.
Por eso procuro poner buena cara a todo el mundo, y ser una escuchadora pasiva. De momento, no creo que tenga que dar ni mi opinión, ni mi visión desde fuera. No sé si me cuentan sus problemas y movidas laborales por relajar tensiones o están esperando que meta la pata.

Aparte no me estoy haciendo muchísimas ilusiones, porque de momento no tengo nada tangible entre manos. Y lo gracioso es que antes no podía soportar no tener la certeza de las cosas, pero con todo lo que ha sucedido (amigos, familia, trabajo...) aprendes a no firmar la sentencia de nada. 
No sabes que pequeñísimo detalle puede fastidiar el rumbo de tus planes, así que es mejor no adelantar acontecimientos.
Esto es algo que ojalá hubiese aprendido hace muchos años, cuando cada vez que algún plan se me acababa por desbaratar, pasaba horas enfada con todo. Cuánto tiempo perdido en esas tonterías.
Pero claro, si no me hubiese equivocado tanto y no hubiese llorado tanto, no lo vería de esta manera ahora.
Qué peculiar forma de relativizar todo. 

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