domingo, 8 de marzo de 2015

Sueños I.

-Deja la toalla ahí, alguien de servicio se encargará de lavarla.
-Vale.-dijo, deshaciéndose de la tela empapada. Estaba completamente desnuda, pero no sentía ninguna vergüenza. 
La luz en el baño era tenue y suave, no se escuchaba ningún ruido, a excepción de las olas rompiendo en la orilla con suavidad.Más que bañera, aquello parecía un pequeño lago.  El agua estaba templada, ni muy fría ni muy caliente, según ella perfecta. Se sumergió en el agua poco a poco, con cuidado. No se tocaban ni un centímetro de piel en aquella gran superficie. 
Él se regodeaba en el agua, pero evitaba mirar de cuello para abajo. 
-Todavía no sé que haces aquí.-dijo enfadado.
-Como si no me estuvieras esperando...-contestó ella sonriendo, pero con una punzada de nervios en el estómago. 
-No me refiero ahora, digo que no sé porqué has venido. ¿Qué es lo que quieres?
-No quiero nada. Nunca he querido nada. 
-Ya... 
Ella sumergió la cabeza en el agua y se mojó el pelo negro. Sacó la cabeza del agua y se echó el pelo chorreando hacia atrás. 
-Te he echado mucho de menos. Mucho. 
Había evitado mirarla entera pero ahora le parecía imposible. Estaba muy morena, y tenía la piel de gallina. Y sabía que bajo aquella tranquila apariencia, hervía de nervios. 
-Ahora que estoy con otra. Entonces me echas de menos. No voy a traicionarla, ¿lo sabes no?
-Ya, yo tampoco quiero que lo hagas. Sólo quería fabricarte un recuerdo. 
-¿Qué recuerdo?
-Éste. -dijo ella y se acercó con suavidad hacia su sitio. Él estaba muy tenso, notaba sus hombros contraídos y la miraba con furia en sus ojos verdes. 
El agua se removió con sus movimientos suaves y sensuales, se abrazó a él con fuerza. Se separaba, lo miraba, sonreía. Le tocó la cara, las mejillas, los párpados. Se detuvo a acariciar sus labios con los pulgares. Finalmente, y mucho más rápido de lo que le hubiera gustado admitir, él también empezó a tocarla. La curva del cuello, las costillas, la espalda, los muslos. 
-Eres tan suave...-susurró maravillado. 
-Te he echado de menos.-repitió otra vez. 
Se quedaban mirando, sufriendo por no romper las normas. Se morían de ganas por devorarse, pero con una sombra de dolor, ella se separó con un soberano esfuerzo. 
-No quiero que la traiciones.
Se levantó del agua y se secó con su toalla, con la de él. Éste se quedó quieto sin moverse.
-Me fascina tu olor, siempre lo ha hecho. No creo que pueda olvidar como hueles. 


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